martes, 1 de octubre de 2013

Pobreza psicoespiritual

     De momento es a lo que me refiero. Mi caracter es de una forma de ser que me caracterizo por el desconocimiento de mí mismo, y también de un desapego psicológico. Esto último es como una tacañería en lo emocional, una desconexión.

     Puedo hablar perfectamente y parecer sano, sin embargo este otro rasgo mío es, un desconocimiento de mis propias necesidades. Para explicarlo, contaría que un amigo que aprecio me describió como «bruto». No está tan mal. Si tenemos en cuenta que cuando íbamos al colegio yo era el raro de la clase. Parece que he ido evolucionando.

     Sí, tengo ese miedo. Conciencia de pobreza. Ese núcleo psicológico que hunde sus garras en lo más profundo de mi psique. Que sin embargo, no tiene porqué corresponderse con mi realidad más inmediata. Si bien, puede funcionar como una profecía autocumplida.

     Teniendo en cuenta que tengo una discapacidad... En una ocasión una persona me dijo que yo no iba a poder trabajar en otro sitio que no fuese mi actual puesto de trabajo. Me llamó esquizofrénico, lo cual, soy. Catatónico para más exactitud. ¿Tendría razón?

     La verdad es que nadie tiene asegurada la felicidad, ni la seguridad económica. Nadie. Ni el que haya acumulado más méritos ni el que viva al borde de la precariedad. Ni el que cuente con mayores relaciones ni el que menos. ¿Quién dice que puede estar a salvo de una enfermedad? Por ahí circula la película de «Conversaciones con Dios».

    El signo de nuestros tiempos, en los que se da esta crisis, es que no hay una garantía. Tanto podemos salir adelante, como podemos pifiarla. Simplemente eso.

     Por mi forma de ser. Y por mi discapacidad, si es que se pueden separar ambas cosas... esa incertidumbre me hace sentir al borde del pánico. Me falta seguridad económica y en consecuencia me falta seguridad en mí mismo. Cuando llega el sueldo, de veras que descanso.

     Ojalá supiese describir mejor lo de mi pobreza psicoespiritual. Prometo buscarlo en algún libro de eneagrama. Suelo poner al niño, la carátula de «Vetusta Morla». Ese niño, con su cara de desesperanza, tal vez se parezca a un pequeño cinco en el eneagrama.

     Si bien yo soy más complejo, todos somos más complejos. Pero lo de las personalidades es un poco como una aproximación. Una simple descripción general. Es un poco como la estadística. 

     «Si me cuento entre los que juegan al futbol, en consecuencia tengo posibilidad de sufrir alguna lesión deportiva». (Es un ejemplo). Es para decir que, simplemente puede que no me pase nada. Se puede jugar al futbol y no lesionarse.

     Con los tipos de personalidad es lo mismo. Un cinco o un nueve, son aproximaciones, descripciones. Que a nivel general se corresponden con la descripción de una población o grupo de personas. Pero cada persona es diferente.

     Si yo digo que tengo conciencia de pobreza, tal vez vendría acompañado de que tengo conciencia de enfermedad. ¿Soy pobre o estoy enfermo? Pues según como se mire. En principio, estoy ahí.

     Ahí lo dejo, conciencia de enfermedad no es lo mismo que enfermedad. Y conciencia de pobreza... ahora que lo pienso, !puede ser un rasgo de mi enfermedad¡
      
     Todo esto venía a cuento por mi anterior entrada en este mismo blog. Tal vez me he pasado de bruto al describir, así, de golpe, miedos que son muy personales.

     Abrazos.



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