martes, 31 de diciembre de 2013

ella ya no estaba interesada

Martes 31-12-2013
16:16 Horas.

         - Querida Luna:

Ella esperaba la llamada, el mensaje, cualquier cosa que indicase que él.
Pero el mensaje no llegaba, la llamada no llegaba. Pese a saber que el hombre era un poco corto, pese a eso tenía la certeza de que la quería.
Y el hombre sí la quería. Sin embargo, no podía decírselo. Estaba totalmente coartado por su enfermedad mental. 
       ¿Qué es una enfermedad mental? No es más que una conducta que no da frutos. Como el árbol genealógico que para sanarse, repite conductas.
Desde antaño se conoce este hecho. Lo que no se resuelve, retorna de vuelta. 


     La falta de capacidad para cambiar la propia conducta. Repetir conductas es básicamente una sobreadaptación obsoleta en nuestros días. 

Ya no vivimos en cuevas, se supone que adaptarnos al cambio debería ser ahora más necesario que nunca. Es decir, adaptarnos a un cambio continuo, no adaptarnos y quedarnos en lo seguro, porque lo seguro ya no está. 

Lo seguro está muerto. Lo seguro es caduco y viejo. El miedo es caduco y viejo, pese a lo cual sigo repitiendo conductas. Ya no vivimos en cuevas.

Yo no salgo de casa. 

Muchos han dicho de mí que soy bipolar, en varios ámbitos y personas distintas. 

Sin embargo no es esa la etiqueta que me pusieron los médicos.

Catatónico. Soy propenso a quedarme en casa. A la inmovilidad. A ser dócil y quedarme donde me dicen que esté. Aunque a escondidas no hay quién me diga lo que debo hacer.

No soy bipolar, sino catatónico.

Mi infancia transcurrió en atmósferas extrañas, me infectó. Y ahora repito como un vampiro, a veces me he comparado a Dexter, el psicópata bueno. Alguien que sigue fielmente un ritual, en el que tal vez no mata a personas. En mi caso mato amores. Todavía no. Todavía no...

Todavía no me he rendido a mi suerte, pero falta poco. Incapaz de amar. Toda la vida. ¿Algún día seré capaz de amar? 

Éste día es el adecuado para hacerse esa pregunta. Sí que amo. Pero como un acto prefijado, mato el amor.

No quiero más. Siempre el mismo ritual, hasta dejarlo todo limpio, tal como estaba, sin dejar ningún rastro. Pero hay un amor menos. Solamente eso. Falta el amor. Nunca llega demasiado lejos. 

En unas fiestas en las que se celebra la venida de alguien con la promesa de la esperanza, yo ya no tengo esa esperanza. Mi corazón está cerrado. 

No puedo recordar... re (volver a pasar por), cordare (por el corazón). No puedo recordar, quién soy. Es decir no puedo volver a mi corazón. 

Es el corazón quienes somos.

Estoy abocado a repetir conductas. Como asesino en serie, lo que hago es matar al amor. ¿No resulta demasiado repetitivo? 

No se trata de no tener huevos, aunque procede la duda. Pero es más acertado preguntarse si lo que me falta es coraje. Eso es más acertado. Siento que mi corazón es incapaz de crear una conducta nueva.

Lo peor.

Me gustaría volver a ser un niño. Ser protegido. Pero el momento presente me deja, como caído del cielo, una situación en la que esos recuerdos no están. Volver a jugar.

         De repente me encuentro en una situación que yo no busco. La de valerme por mí mismo. Y ni siquiera sé cómo he llegado aquí. Igual que sé que yo no juego.

Tal vez a esto se refieran cuando se trata de dar un salto de fe.

Sin embargo, yo no sé nada de amor. Yo no sé apenas de responsabilidad. Pues pocas veces he tenido la entera responsabilidad de mí mismo. Más concreto sería decir que pocas veces he recordado quién soy.

Sí, he molestado lo menos posible, y he hecho lo que me decían. Pero no he recordado quién soy. No he utilizado el corazón. Ahora mi corazón está frío. 

Pese que gracias a las decisiones que mi familia me ha ayudado a tomar... no puedo echarme atrás. Pero ellos no se pueden meter en mi mundo afectivo.

Ahí solamente puedo entrar yo. Y el panorama es desértico. Una fría y desierta gruta, abandonada, o nunca habitada. Tan solamente las cucarachas serían capaces de vivir en semejante sitio. Un corazón frío y vacío.

Cuando digo que no salgo de casa, es que no salgo de casa. Por lo menos la cabezonería no me la saca nadie.

Será por cabezón. Que no salgo.

         La catatonia pasa factura.









viernes, 27 de diciembre de 2013

gracia, genio y filosofía.

Viernes 27-12-2013
20:27 Horas.


          Querida Luna:

Se supone que haciendo una actividad un determinado número de horas, se llega a la excelencia. Esto no tiene porqué ser así. La realidad es que de esa forma se puede lograr mucho. Pero lo que hace a la excelencia, aparte de la práctica, es la gracia.

Ya dijo, quién fuese, que si me pilla la inspiración, que me pille trabajando. Pero que me pille trabajado no es la cúspide de la montaña, lo es la inspiración. A mí me gusta llamarla la gracia. Algo que viene de lo alto y te toca. Y te eleva.

Desde luego todo esto de la gracia, no creo que haya estudios sobre ello, y si los hay no sé qué parámetros usan para medir la excelencia. Yo pienso que solamente pueden medir lo que es la excelencia en el sentido de que después de un determinado número de horas de prácticas... se consigue.

Sin embargo, en realidad después de un número determinado de horas, tal vez no aparezca la gracia. O puede que aparezca antes. O no se presente nunca. 

Eso es cosa de Dios.

Y es el eterno debate entre la escuela del despertar súbito o el paulatino. Acumular méritos es bueno, y necesario. Pero la gracia de la iluminación solamente viene de arriba. Pese a lo cual el trabajo o la práctica constantes, hacen al maestro. Si bien no hacen al genio. Puede que se acerquen mucho.

Después de todo ¿Qué importa? Lo difícil es aceptar que si hemos nacido como si fuésemos una célula del cerebro, eso está muy bien.

 Pero si nacemos como la célula, pongamos, de un pelo del culo, tiene que estar igualmente bien. Esta idea sí que sé quién la dijo, Emilio Duró. Será por citas.

Cada persona podría aceptar su destino sin cuestionarlo. Pese a que lo innato en el hombre es cuestionar las cosas. Sobre todo si se tiene tiempo para ello y no solamente se tiene tiempo para trabajar y procrear. Por muy necesario que sea esto también.

Así que si alguien piensa dedicarse a la filosofía, más le vale tener un tonel en el que cobijarse. Y tener mucho tiempo libre. Pensar es un privilegio que solamente unos pocos en el planeta se pueden permitir el lujo. 

          Consecuencias de tener toneles superchulos:

        La sociedad «civilizada» que se permite los excesos y hace pagar sus burradas al llamado tercer mundo; en forma de basura y desechos tóxicos, o equipos informáticos obsoletos y rotos. Además de ser objeto de numerosas guerras, que solamente benefician a los países ricos en última instancia.

Después nos extrañamos de que estén quitando de la universidad carreras como la filosofía y la antropología. Parece que nos quieren hacer parte de un engranaje muy bien engrasado, para la producción y el consumo. 

Si es por mí, yo me bajo del carro. Me apetece bajarme del carro. Tal vez no pueda. Tengo que cubrir mis necesidades. Pero ¿Qué necesidades son las verdaderamente necesarias? Esa es una buena pregunta para resolver de modo filosófico.







diario de unas manos que sudan

Viernes 27-12-2013
19:23 Horas.

          Querida Luna:

El café corre por mis venas, como una adicción más no está mal. Duermo con mucha facilidad. Tal vez por eso puedo «arriesgarme» a tomar dos tazas de café. Yo diría que el café me sienta bien. Sin embargo sería incapaz de tomarlo al pensar que tengo que salir para hacer la compra.

La compra. Siento que en determinados lugares, me siento expuesto. Sea por lo que sea, por miedo o recuerdos que afloran, la línea de caja me parece como una fila con un único destino, un reconocimiento de mi propia existencia. Además, por alguien que ni siquiera conozco, el cajero o la cajera.

Ya digo que no sé porqué nefasta alquimia, el cajero o la cajera me producen un malestar muy grande. Puesto que es en ese único punto, al ir a pagar lo comprado, cuando no puedo evitrar el pasar junto a alguien.

Lo recuerdo todavía, el no saber qué decir. El sudor frío en las manos. El terror al vacío, a parecer tonto, a que se notase, que no tenía ni idea de cómo presentarme a mí mismo ante otra persona. 

       Tal vez omitía que en ocasiones no hace falta una presentación. Que las cosas son más fáciles. Pero nadie me lo explicó.

Yo como niño, pensaba que pasar por caja era importante. Nadie me había hablado de la importancia del dinero. Pero tal vez porque lo teníamos todo, sin tener nada. 

     Entonces, era mucho más consciente de que el hecho de pagar, normalmente frente a una cajera, o dependienta de una tienda. 

     Los pequeños comercios de barrio eran una tortura para mí. 

     Todo conjuraba para hacerme consciente de que no tenía los recursos necesarios para comenzar una conversación.

Era en los puntos de caja donde observaba con más claridad cómo mis padres. Sobre todo mi madre, con una facilidad pasmosa, hilaba palabra tras palabra. Palabras. Palabras, palabras que se negaban a salir de mi boca. Yo era mudo.

Y mi mudez era algo que nunca supe por qué siempre pasó desapercibida. Siempre se me pidió que cumpliese con las tareas de hacer la compra, como cualquiera de mis hermanos. ¿Quién no tiene que acercarse alguna vez al pueblo para hacer una compra de última hora?

Y era en esas compras, frente a semi-desconocidos, que afloraban mis miedos. La palabra no acudía a mi boca. Solamente podía asistir a mi propio malestar, que iba creciendo mientras más tiempo estaba allí parado.

A veces aparentaba estar mirando distraído los productos de alimentación de la tienda. Pues después de todo yo solamente era un niño. Sin embargo, era muy consciente de mi estancia en aquel lugar. Muy autoconsciente.

No podía olvidar que «yo», estaba «allí». Sobre todo, no podía eludir el hecho, de que «yo», tenía que decir «algo». Nunca nadie me explicó que ante cualquier circunstancia, con ser medianamente educado se podía salir del paso.

No mis padres, desde luego. Ellos nunca pensaron. Tuvieron que pasar décadas antes de que una psicóloga me hablase de que ante una reunión de desconocidos, las conversaciones son de lo más tontas. Que no tiene mucha importancia lo que se diga, y que la simple educación basta. 

Que las frases hechas están para suplir esas circunstancias. Y que si mis padres eran muy prolíficos cuando se cruzaban con cualquiera para sacar su vena social, y ponerse a hablar, con quién fuese, eso era cosa de ellos. Que para hacer la fila en una cola. No se necesita más que la más simple educación.

Todavía mi corazón se vuelve negro, cuando recuerdo los sudores de no saber qué decir, delante de la dependienta, como cuando tan solo era un niño. Que no sabía hablar

        Con mis manos, el miedo. Durante años, hasta mucho después.






domingo, 8 de diciembre de 2013

arañas y desierto

La gruta era fresca y oscura. Me moví hacia dentro de ese espacio, húmedo, que fue excavado en la roca por anteriores oleadas procedentes de un mar interior que ya no está. Hace ya miles de años, que no hay ningún mar allí. 

      Y hace miles de años que nadie entraba en esa gruta. Salvo las arañas. Y un poco de briznas de hierba en la entrada. La hierba no me importaba. Pero las arañas...

Odio las arañas, pese a lo cual las considero augurio de buena suerte. Mientras no sean más grandes que mi mano y no me piquen. Arañas.

Esto no va de Spiderman ni de nada parecido. Esto va de tener que refugiarme del aplastante sol del desierto, para no quemarme por enésima vez. Mi piel ya no lo soporta. Pero hay que ver si hay arañas. O alguna otra cosa peor. No soy el único que transita por este desierto.

Qué irónico que hace tal vez muchos miles de años esto estuviese en contacto con el agua de un mar. Un mar que ya no existe. Me repito, ¿no es cierto? Siempre las mismas historias.

Ahora lo que tengo que procurarme es un fuego para terminar de sentirme seguro. El fuego.

Todavía me estremezco al recordar la pira en la que me quemaron, o por lo menos lo intentaron, hasta que me rescató mi grupo. Fue increible lo horrible que puede resultar quemarse vivo. Y yo solamente lo vi venir. Solamente unas llamaradas me lastimaron los pies, tengo las marcas. Y la insensibilidad en las piernas. 

Je, je, si me picara una araña en un pie, apenas lo notaría. Sucias y apestosas telas de araña.

         Y ahora estoy sólo, mi grupo se disolvió. Solamente yo quise cruzar este desierto de sal. La sal quema, refleja los rayos del sol que tuesta la piel hasta resecarla. ¡Ja!, ya nada puede resecar más mi piel.

          Pero las arañas, ellas transitan entre mundos. Son capaces de hacer llover, lo cual se agradece. Solamente cuando ellas quieren. "Se siente, pringao". Pero con sus telas se llevan los malos sueños. Qué lastima que...
    
          Que puedan inocular su veneno con un solo picotazo de esas tenacillas que tienen por boca. ¿No os habéis quedado fascinados al observar sus ojos? ¡No parecen ser de AQUÍ !




jueves, 28 de noviembre de 2013

el corazón encontró un motivo

       Un señor escribía en su portátil, sobre una mesa de nogal desgatada por el uso. Su cara parecía concentrada en lo que hacía. Parecía concentrarse en cada coma, en cada punto. Su cara parecía poner atención a cada letra, a cada signo de puntuación.

     Sin embargo su mente se hallaba muy lejos de allí. Recorría las estepas de la fría Siberia, en los campos de concentración. Hacía mucho tiempo de aquello, pero en su memoria hacía tan solamente un instante.

     Era un superviviente.

     Había sido puesto a prueba y había sobrevivido. Después de muchos años todavía recordaba.

     Su actual puesto de trabajo en la fábrica le servía para pagar las facturas, pero su espíritu a menudo volaba a las desiertas y mortales estepas.

     Un recuerdo le llegó justo en ese momento. Su ceño se frució con preocupación. Recordó a Rubén. Su compañero en los campos, Rubén. Él, él no lo logró. No lo consiguió. Todavía treinta años después pensaba en Rubén.

     A menudo se preguntaba si su muerte estaba relacionada con no haber podido insuflarle una llama de esperanza en su corazón. Tenía su misma edad. Y físicamente tenían, más o menos, la misma constitución. 

     Pero uno de ellos vivió, y el otro murió.

     Víktor se preguntaba si no podía haber hecho que su amigo sobreviviese a las carencias, a la dura escasez de los campos de concentración.

     La falta de fe. No le pudo dar lo que necesitaba. Al final la opción era algo personal. Víktor sobrevivió. Encontró un motivo para vivir. Coger una vez más las manos de su esposa.

     Rubén no tenía ninguna esperanza. Sucumbió a la desesperación de no tener... algo que le permitiese vivir, minuto a minuto. Segundo a segundo. Con la esperanza certera de que todavía quedaba algo que hacer.

     Coger las manos de tu esposa. Una vez más, tan solamente una vez más.

      Esa es la diferencia entre vivir y morir. La esperanza de coger las manos de la mujer amada. Una vez, tan solamente una vez más.



     Versión libre e imaginada, al margen de cualquier libro. Con respeto a todos los que han pasado por dificultades. Supervivientes y los que no sobrevivieron.



miércoles, 27 de noviembre de 2013

-Y yo-¿Qué seré yo?

Gmork se ensañó al ver el espanto de Atreyu. La conversación lo animaba visiblemente. Tras una pequeña pausa siguió diciendo:

     - ¿Me preguntas qué serás allí? ¿Y qué eres aquí? ¿Qué sois los seres de Fantasia? ¡Sueños, invenciones del reino de la poesía, personajes de una Historia Interminable! ¿Crees que eres real, hijito? Bueno, aquí, en tu mundo, lo eres. Pero, si atraviesas la Nada, no existirás ya. Habrás quedado desfigurado. Estarás en otro mundo. Allí no tenéis ningún parecido con vosotros mismos. Lleváis la ilusión y la ofuscación al mundo de los hombres. ¿Sabes, hijito, lo que pasará con todos los habitantes de la Ciudad de los Espectros que han saltado a la Nada?

     - No – tartamudeó Atreyu.

     - Se convertirán en desvaríos de la mente humana, imágenes del miedo cuando, en realidad, no hay nada que temer, deseos de cosas que enferman a los hombres, imágenes de la desesperación donde no hay razón para desesperar...

     - ¿Todos seremos así? -preguntó Atreyu espantado.

     - No -replicó Gmork- hay muchas clases de locura y ofuscación; según lo que sois aquí, hermosos o feos, tontos o listos, seréis allí mentiras hermosas o feas, tontas o inteligentes.

     - Y yo -quiso saber Atreyu-, ¿qué seré yo?


      Gmork sonrió irónicamente.

     - Eso no te lo digo, hijito. Ya lo verás. O, mejor, no lo verás, porque ya no serás tú.



- "La Historia Interminable". Michael Ende.





sábado, 23 de noviembre de 2013

EL PERDÓN, Escuela Internacional del Perdón - Entrevista a Daniel Lumera...




     Estoy interesado en el tema del perdón. Hace tiempo que escribo y no consigo salir de un mismo registro. Si bien el tema que toco es autobiográfico, la intención va en la dirección de ver una evolución. Sin embargo esta evolución no la veo tan claramente.

     Otras personas cercanas sí dicen que han visto una evolución en mí, pero de esto hace años. Y a mí me parece que en este momento estoy bloqueado, y no puedo pasar de aquí.

     Agradecería consejos o orientación, ejercicios para el perdón. Una práctica que pueda realizar.

     Compruebo casi todos los días que la práctica de la meditación es demasiado, fuerte, tengo una enfermedad mental. En principio no debería meditar, aunque en la práctica estoy bastante, con adicción, a la meditación. Pero no funciona.

     Se me ocurren algunas ideas, pero me gustaría ir recogiendo ideas y prácticas para el perdón. Hoy mismo me pongo a decir-me al espejo, que me perdono ...por lo que salga en ese momento. ¿Hay alguna práctica más?

     Es de esas cosas que uno dice, que no quiero perdonar, pero como dice el manual, "Estoy dispuesto a aprender a perdonar". Desde aquí, lo que vaya llegando.

Gracias por las sugerencias y por pasar por este "mundo de Gabriel".



juegos de desamor

No estoy dispuesto a defender mi territorio. No estoy preparado para asumir un compromiso. Pienso a menudo que no sé trabajar. Tal vez, eso lleva aparejado que no sé amar.

Vivo sólo, y no tengo amigos. Si un animal, un perro, un gato... viene a mi territorio, yo no lo he llamado. No es mi gato, no es mi perro, ni siquiera tengo claro si quiero un pez, como para adoptar un animal.

Gato Félix. Gato feliz.

Hay muchas frases que se refiren a animales, como llevarse el gato al agua, ponerle el cascabel al gato, ronronear como el gato que se ha comido al ratón.

No es mi gato, no es mi cascabel, no es mi ratón.

Mi corazón es pobre. Lo siento.

No puedo responder de mis propios actos, no me pidas que responda de los tuyos. Si hay un animal en tu vida, y lo has llamado tú, entonces tal vez deberías cuidar de él.

Cuidate tú también, porque te quiero. Te deseo lo mejor, aunque no es mi naturaleza amar. Nunca lo ha sido.

Me puede el miedo. Para mí, amar es como morir. Un salto al vacío. Que de momento no estoy dispuesto a dar. No en tu terreno, ni siquiera podría en el mío.

Tú te has hecho la cama y ahora tendrás que acostarte en ella. Si alguien más te da calor, ...siente si tú también quieres darle calor a él. Dáselo, no temas.

Cuando nos crucemos por la calle, nos saludaremos, ...tal vez.

En mi ánimo no está el poner polvos pica pica en ningún hombre afortunado. Esto no es la canción de hombres G. Ni yo formo parte de ninguna canción de aquellos tiempos. Por mucho que me guste cómo te mueves, y cómo bailas. No es mi baile.

Todavía me resisto a amar. Mi corazón no «chuta». Tengo miedo de amar. Tengo miedo de vivir. Que eso no te entristezca. Vive, ama.

Y recuérdame aunque sea un tonto que se resiste a jugar a tus juegos de amor. Que los juegos no obligan a nadie, son para alegrar el corazón, Nada más.






viernes, 22 de noviembre de 2013

No dejes leer a nadie tu diario. Que no se vean los agujeros de los zapatos. Hazlo bien cuando te pregunte la psicóloga.

Viernes 22-11-2013
23:04 Horas.

Querida Luna, debo recordar que «No siempre todo lo que va a suceder va a ser malo».

Últimamente todo lo que siento al salir del trabajo me da miedo. Cruzarme con la gente, preguntarme quiénes son, preguntarme si pensarán algo de mí. Ya que yo sí me hago preguntas acerca de ellos, y ellas. Las inalcanzables mujeres.

Pero lo que más miedo me da es ser descubierto en mi intimidad. Tal vez por eso nunca invito a nadie a mi casa.

Paradójicamente, cuando conozco a algún amigo, que parece ser receptivo, vuelco en él todo lo que siento. Cosa que sucede muy pocas veces.

Por otro lado, siento que si no soy bueno en algo, lo que sea, no vale la pena llevar una vida vacía de sentido, sin poder asir, algo... una habilidad, un intelecto agudo, unas reflexiones profundas... Pero yo no tengo nada de eso.

Yo tan solamente tengo un vacío. Creo que me gusta moverme entre las máquinas porque el movimiento hace que me olvide de pensar. Pero me encanta pensar.

Me gusta meditar, pero se me va la cabeza divagando, y entro en diferentes estados mentales con facilidad. Creo que me oriento lo suficientemente bien para valerme. Pero me hace ser, o estar emocionalmente inestable.

Tengo fobia social, o algo parecido. Y a la vez soy muy exigente. Descubro continuamente que miento. Pero me miento a mí mismo antes que a los demás. Vivo una vida vacía, con cosas que no me aportan ninguna serenidad.

Me pregunto con demasiada frecuencia:


          ¿Quién soy yo? 


Me lo pregunto incluso más que el típico a dónde voy, ya que me recluyo en mi casa. Así que sé a dónde voy, a mi casa. Aquí estoy.








jueves, 21 de noviembre de 2013

la caída de Gabriel

EL ASESINO DEL AMOR


Gabriel no sabía mucho. Tan solamente sabía que allí abajo habitaban unos seres, los humanos, que eran capaces no solo de amar, sino también de elegir.

Gabriel no era un ángel de elevado rango, más bien bajo... tal vez con el tiempo eso se rectificase. Al menos eso se decía para sí mismo.

      Pensaba que con el tiempo todo le llevaría a las alturas, al conocimiento de Dios, pues la Misión de cada Ángel proviene de Dios.

Pero el Ojo de Dios Vio a Gabriel, tal como era. 

No había virtud en él. Sino muy al contrario, Gabriel se entregaba a la mortificación como medio de alcanzar un sentido a su baja posición en la jerarquía celestial.

No practicaba la virtud, no hacía nada por ser merecedor.

Gabriel se mortificaba por su baja condición, pues siempre era él el ayudado, el que recibía la guía. Todavía no tenía la madurez suficiente para hacerse cargo de las funciones de Ángel.

La mirada de Dios lo vio, y como la Tierra gira alrededor del Sol, decretó lo único que podía hacer. Solamente había dos opciones, la caída o la ascensión. Y Gabriel, al no tener merecimiento alguno, cayó a peso, sobre el duro suelo de la Tierra.

Allí vivió veinte años, sin poder amar como los ángeles, sin saber trabajar como los hombres; pero sobre todo, lo que nunca hizo fue elegir, pues no estaba en su Naturaleza.

Como ángel caído, se arrastró por el duro suelo, durante tal vez otros veinte años. Siempre apoyándose en los demás. Nunca sin ayuda. Nunca Eligió valerse por sí mismo. 

No podía trabajar, no podía amar. No como los demás seres de la Tierra. Él no hablaba pero secretamente se sabía menos que humano. Era un ángel caído.

El Ojo de Dios lo miró y le dio por el álbur del Destino una segunda prueba.

Sin embargo Gabriel no sabía trabajar, ni sabía amar. Así que...

Hizo sus ejercicios, según entendió. Pero tal vez se equivocara, tal vez los ejercicios espirituales practicados... los hiciera de forma desacertada.

El velo se rasgó... pero se rasgó muy poco. Apenas lo suficiente.

Durante algún tiempo el soplo de Dios le guió, pese a las burlas de los demás encarnados. 

El soplo de Dios que había rasgado el velo, le permitía ver al otro lado a través de la rasgadura, con la visión divina. Sin embargo no había desempeñado bien su papel. 

En su ignorancia había adorado al dios Asclepio. Y llegado el momento de dar cuentas al Dios verdadero, el único Dios, Éste le preguntó. Pero Gabriel no había trabajado lo suficiente, no tenía el suficiente merecimiento. 

Gabriel no había trabajado ni había amado lo suficiente. No tenía méritos que mostrar a Dios.

El velo no se había rasgado lo suficiente y el aliento de Dios pronto lo abandonó. 

Gabriel se quedó atrapado en el mundo de lo denso. Sin las habilidades oportunas... 

Se enamoró, pero no sabía amar. Quiso trabajar, pero tampoco sabía. Solamente recordaba el aliento de Dios que entró por la delgada hendidura del velo divino. El velo que separa ésta realidad de la realidad celestial.

Ahora Gabriel había perdido la oportunidad de ascender. 

Debía seguir acumulando méritos. Sin embargo se encontraba entre desconocidos, gente extraña. Que se ocupaban en cosas comunes. Y él ni siquiera era ya un ángel.

Gabriel pensó que tal vez debería volver a empezar, a acumular méritos y adorar al único Dios verdadero. 

Esta vez sin embargo, en lo más profundo de su ser supo que estaba sólo. No tenía suficiente valor para seguir adelante. Era un ángel caído en desgracia que ya no se elevaría. 

No hay segundas oportunidades. Aunque siempre se puede volver a empezar. Son innumerables los caminos que llevan al otro lado. Pero tal vez el velo no se rasgue nunca más. Es una lástima, una oportunidad perdida.

Gabriel no supo hacer su trabajo divino, no hizo lo que se esperaba de él. Ahora no es más que un alma que se debate con el recuerdo de haber visto lo divino, y la certeza de que lo ha perdido.

     Un grito de miedo surcó la oscuridad.

     Era Gabriel atrapado en la húmeda oscuridad del miedo pegajoso de la noche.


martes, 12 de noviembre de 2013

¿Qué quieres de mí?

Poema escrito sobre el agua



No soy aquel que buscas.
Sigue, sigue buscando.
Yo hace tiempo que quebré.
Estoy roto...
ni pareja puedo tener
pues el miedo me consume.

No, no soy aquel que buscas.
Sigue, sigue buscando.

Espero que un día llegues
a encontrar a aquél
que cumpla tus expectativas.

Yo no llego jamás
a cumplir mis propias
expectativas...

Demasiadas veces
lo he intentado
en vano.

Ser lo más normal posible
ese es todo un reto.

Tú buscas a otro.
Yo hace tiempo que
dejé de buscar
Hoy estoy quebrado.

Un día busqué
esa misma agua
pero como el cántaro
me quebré
y ahora no puedo
ni siquiera...
tener el amor de una mujer.
Ni llegar a fin de mes.

Lo que tengo es
inapreciable.
Pronto encontrarás
quién más te dé.

Yo no tengo
ejemplos que seguir
Ni un ejemplo que dar.

Sigue tu camino.
Tal vez un día
nos volvamos a ver.
Y nos saludemos
con un simple "Hola" valdrá.

- Palabras al viento. En un otoño tardío, con un abrazo de amigo.




viernes, 1 de noviembre de 2013

el diario de Gabriel en Halloween

     En ocasiones veo muertos, decían en la película "El sexto sentido". En día de difuntos honramos a nuestros familiares fallecidos. Para que descansen en paz. Pero también para descansar nosotros al honrarlos.

     Estamos en el cementerio que un día, sin excusa, será donde yaceremos. Y todas las cuitas y fantasmas, conflictos vividos, terminarán allí en nuestro nicho. Con nosotros.

Recordar "el cuerpo del dolor" (Eckhart Tolle), o sentirlo todavía vigente, no es malo. Solamente es una lástima y un desperdicio de tiempo. "Siempre hay personas que nos quieren convencer de que tienen derecho a sufrir", decía el maestro Eckhart Tolle.

     Releyendo un diario di con un texto que va muy bien relacionado con el ambiente de estos días, honramos a los difuntos. Y sabemos que nosotros, un día terminará y no estaremos para ver amanecer de nuevo. Es un mundo, un ambiente, que a Gabriel le gusta recrear con las palabras que siguen.

Miércoles 13 de julio de 2011
21:16 Horas.


Me siento incómodo. Creo que llevo demasiado tiempo sentado. Ayer descubrí la clavija del televisor, para escuchar la voz con auriculares. Ya no necesito los altavoces de A, el novio de I. Hacían ruido. La tele va de lujo y ayer me puse a ver un partido de tenis con Rafa Nadal. Memorable. ¡Lo mal que jugó!

Me apetece ver una película. Algo me pondré esta noche. Tal vez haya algo en la tele. Aunque no espero mucho de eso. Los programas que hacen no me llaman la atención. Pero por mirar ahora que tengo la televisión a tiro, no pierdo nada. 

Puse un cable de antena en la nueva ubicación de la tele, y ahora tengo tele y ordenador combinados. Ya solamente me falta meterle el megabrain y pegarme un chute de masaje cerebral. Pero eso es ya mucho decir.

Parte de mi incomodidad es que llevo dos días a base de agua con café, cargado. Y también a base de bocadillos. Fatal para el organismo.

Tal vez me estoy buscando un ataque al corazón. Creo que no aguanto más, mi vida. Mi abuelo decía penosamente que quería morirse, acostado mientras gimoteaba. Yo no gimoteo. Yo escribo, y estoy poniendo los medios para morirme. ¡Suicidio! Dirían en la película "Nosso Lar".

     Más concretamente "suicidio inconsciente". El maltrato continuado que le damos a nuestro cuerpo, con emociones envenenadas. Chupitos de cianuro, decía el amigo.

Supongo que en el fondo no pienso que esto vaya en serio. Y hago todo lo posible para ponerme en situación en que las cosas importen. A vida o muerte. Sin embargo, constato que las cosas no mejoran. Sigo viviendo mi vida automática.

Creo que he cedido. Que me he rendido. La claridad era un fenómeno bonito. Pero no me importa. Yo lo que quería era, tal vez, ser un gran trabajador. Pero no quería pagar el precio. No quería ponerme manos a la obra. No hacía el esfuerzo. Tal vez eso ahora cambie.

Sin embargo para cambiar se necesita compromiso. Tal vez me resisto al cambio porque cambiar requiere compromiso de realizar tareas nuevas y mantenerlas en el tiempo. Mantener el esfuerzo.

Sí, claro, tal vez después de algunas semanas o meses, el esfuerzo es menos esfuerzo. Yo sé que me estoy matando. ¡Suicidio! (película "Nosso Lar") A base de bocadillos y de agua cargada de café.

Estoy echando mi vida por la borda por no querer flexionar las rodillas y aceptar que las cosas son como son. Y que hay que ceder para vivir. Aceptar, y honrar al otro. Pese a que en el pasado fui humillado. Eso es. En el pasado fui humillado.

Todo el tiempo me sentí separado, disfuncional, castrado y no tenido en cuenta ni ser comprendido. Y encima se esperaba que yo fuese el niño modélico, «de esos que se están quietecitos y no dan problemas». Cabrones hijos de puta.

Ni siquiera sé quién es el responsable de lo que sucedió. Mis padres, yo, el universo... 

No lo puedo saber. Tan solamente puedo pensar que lo único que tengo es mi parcela de poder. Que aunque mi poder de decisión era limitada, existía esa pequeña parte, en la que por pequeña que fuese, la responsabilidad era mía. Por lo menos una pequeña parte de la responsabilidad de lo que sucedió era mía.

Saberlo, me tranquiliza. Ya no tengo que liarme a pedradas con nadie. Nadie me tiene que dar satisfacción. Solamente tengo que aceptar que parte de la responsabilidad era mía. Y aunque duela aún, saber que tomé la decisión o decisiones, en ese momento de forma pasiva. Pero las tomé, me resigné.

Viví una infancia y juventud automatizada. Casi robótica, mecánica. Inconsciente. Sin saber abrirme a una verdadera vida.

Y me puedo preguntar si es ahora igual. Si no permanezco encerrado en mi casa, sin realmente vivir. Porque cada vez que me cruzo con los vecinos, no hablo. No hace falta tampoco, pero en realidad las cosas se saben.

     Tal vez sigo delegando mi responsabilidad en otros,  tal vez es lo que he hecho siempre y ahora continúo.

En realidad siempre me ha dado igual lo que dijesen los demás. Me ha resbalado. Me he sentido invulnerable, INMORTAL. Nada podía tocarme. Y ya tengo cuarenta y dos, y sigo como siempre, vagando entre las mismas dudas. Intocable por la vida. Como si tuviese alguna garantía anti-desastres.

No tiene porqué pasar nada, pero lo normal es que siempre esté sucediendo algo. Y ese algo no va a dejar de suceder porque me esconda en mi piso.

Los relojes se paran, las lavadoras se rompen, los trabajos se pierden. Y yo no puedo hacer nada a priori. Solamente puedo esperar a que suceda lo más tarde posible. Preocupado. Siempre preocupado. Sin aceptar que el cambio, la pérdida, y el paso del tiempo es normal. 

Y sin abrirme al cambio, a la renovación, a la carta del tarot nº 13. La muerte. Que representa el cambio, más o menos pronunciado que se produce cada día.

Tener miedo a morir es tener miedo a vivir.

Tener miedo a vivir es tener miedo al cambio.

En día de difuntos honramos a nuestros abuelos, a nuestros padres, a nuestros antepasados. Pero honramos también el nicho vacío que un día llenaremos con nuestro propio cuerpo. Hasta desaparecer convertidos en polvo de estrellas, yendo más allá de la inmensidad.

Volveremos a formar parte de... lo que sea que nos esté esperando. 

Y la presencia, la certeza, de saber que todavía no nos ha tocado, aún.






jueves, 31 de octubre de 2013

es sano retomar la lectura y releer estos libros...

      Me gusta a veces volver sobre mis pasos literarios y releer libros que hacía tiempo que no leía. En el caso de los libros de Castaneda, la saga de Las enseñanzas de Don Juan, es curioso que el primer libro al que pertenecen estas líneas, contrasta marcadamente del resto de libros.

      Es el propio Don Juan Matus, quién en los siguientes libros confiesa a Castaneda, que lo expuesto en esta etapa de aprendizaje no son más que chorradas pseudo indias. 

     Sin embargo, cuando leo estas páginas de su primer libro, percibo que Don Juan trata a su pupilo con un comportamiento "impecable". Sea verdad o no lo que cuenta en estas líneas, están plenas de propósito.

     A mí me gustan mucho toda esta serie de chorrigoteces... es divertido ver cómo Don Juan va por el campo llevando tras de sí a Castaneda. Que irónicamente pasa de ser antropólogo a aprendiz.

     Como no podía ser de otro modo, Castaneda va sorteando obstáculos en su aprendizaje, a lo largo de los distintos libros de la saga. Su personalidad llega a cambiar en algúno de ellos, como si hubiera vencido alguno de los cuatro enemigos naturales del hombre.

     Evidentemente, si Castaneda en vez de ser un antropólogo típico, objetivo como era, "un antropólogo modélico" si dejamos aparte que se metió de lleno en el objeto de su investigación... 

     Si Castaneda hubiese sido, por ejemplo una persona menos clara, un fumeta, un tipo dado a enredarse en las fantasías que tan proclives eran a darse los jóvenes en su época; no olvidemos que el gobierno americano estaba probando el efecto del lsd en las masas, con diversos fines... (dicen, aunque tal vez fuese un fenómeno espontáneo). 

     A dónde voy a parar es que si Castaneda hubiera sido un discípulo menos serio, tal vez se hubiese perdido entre diversas prácticas, que no tuviesen nada que ver con el chamanismo que estudió y vivió. Pero dejó testimonio por escrito de un modo impecable, aunque muchos lo desacreditan por ser una narración "novelada".

     Don Juan "veía" y al "ver" le parecía que Castaneda sabía lo que hacía. Sin embargo el mismo don Juan era muy consciente de que su discípulo no tenía el conocimiento que parecía tener. Es extraño pues, que Castaneda lograse llegar a culminar el ser hombre de conocimiento.

     Ya digo, son estas el tipo de chorrigotadas que me gusta plantearme, en plan teórico filosófico fantástico. Sobre unos temas que no sé nada, más que lo leido de libros. ¡Qué tontería que algo como la brujería se escriba! Cuando todas esas cosas son, o deberían ser únicamente experienciables. 

     Pero si Castaneda hubiese pensado lo mismo, no hubiese acometido la empresa de escribir sus libros como un ejercicio de guerrero.

     En cualquier caso, son libros entretenidos y amenos de leer. Los recomiendo, y dejo aquí una muestra "para hacer boca" y que quién desconozca este conjunto de libros se anime a leerlos.


Domingo, 15 de abril, 1962

     Cuando me disponía a partir, decidí preguntarle una vez más por los enemigos de un hombre de conocimiento. Aduje que no podría regresar en algún tiempo y sería buena idea escribir lo que él dijese y meditar en ello mientras estaba fuera.

     Titubeó un rato, pero luego comenzó a hablar.

     - Cuando un hombre empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su propósito es dificiente; su intención es vaga. Espera recompensas que nunca llegarán, pues no sabe nada de los trabajos que cuesta aprender.

     “Pero uno aprende así, poquito a poquito al comienzo, luego más y más. Y sus pensamientos se dan de topetazos y se hunden en la nada. Lo que se aprende no es nunca lo que uno creía. Y así se comienza a tener miedo. El conocimiento no es nunca lo que uno se espera. Cada paso del aprendizaje es un atolladero, y el miedo que el hombre experimenta empieza a crecer sin misericordia, sin ceder. Su propósito se convierte en un campo de batalla.”

     “Y así ha tropezado con el primero de sus enemigos naturales: ¡el miedo! Un enemigo terrible: traicionero y enredado como los cardos. Se queda oculto en cada recodo del camino, acechando, esperando. Y si el hombre, aterrado en su presencia, echa a correr, su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda.”

     - ¿Qué le pasa al hombre si corre por miedo?

     - Nada le pasa, sólo que jamas aprenderá. Nunca llegará a ser hombre de conocimiento. Llegará a ser un maleante, o un cobarde cualquiera, un hombre inofensivo, asustado; de cualquier modo, será un hombre vencido. Su primer enemigo habrá puesto fin a sus ansias.

     - ¿Y qué puede hacer para superar el miedo?

     - La respuesta es muy sencilla. No debe correr. Debe desafiar a su miedo, y pese a él debe dar el siguiente paso en su aprendizaje, y el siguiente, y el siguiente. Debe estar lleno de miedo, pero no debe detenerse. ¡Esa es la regla! Y llega un momento en que su primer enemigo se retira. El hombre empieza a sentirse seguro de sí. Su propósito se fortalece. Aprender no es ya una tarea aterradora.

     “Cuando llega ese momento gozoso, el hombre puede decir sin duda que ha vencido a su primer enemigo natural.”

     - ¿Ocurre de golpe, don Juan, o poco a poco?

     - Ocurre poco a poco, y sin embargo el miedo se conquista rápido y de repente.

     - ¿Pero no volverá el hombre a tener miedo si algo nuevo le pasa?

     - No. Una vez que un hombre ha conquistado el miedo, está libre de él por el resto de su vida, porque a cambio del miedo ha adquirido la claridad: una claridad de mente que borra el miedo. Para entonces, un hombre conoce sus deseos; sabe cómo satisfacer esos deseos. Puede prever los nuevos pasos del aprendizaje, y una claridad nítida lo rodea todo. El hombre siente que nada está oculto.

     “Y así ha encontrado a su segundo enemigo: ¡la claridad! Esa claridad de mente, tan difícil de obtener, dispersa el miedo, pero también ciega.


     “Fuerza al hombre a no dudar nunca de sí. Le da la seguridad de que puede hacer cuanto se le antoje, porque tiene claridad y no se detiene en nada porque tiene claridad. Pero todo eso es un error; es como si viera algo claro pero incompleto. Si el hombre se rinde a esa ilusión de poder, ha sucumbido a su segundo enemigo y será torpe para aprender. Se apurará cuando debía ser paciente, o será paciente cuando debía apurarse. Y tonteará con el aprendizaje, hasta que termine incapaz de aprender nada más.


     - ¿Qué pasa con un hombre derrotado en esa forma, don Juan? ¿Muere en consecuencia?

     - No, no muere. Su segundo enemigo nomás ha parado en seco sus intentos de hacerse hombre de conocimiento; en vez de eso, el hombre puede volverse un guerrero impetuoso, o un payaso. Pero la claridad que tan caro ha pagado no volverá a transformarse en oscuridad y miedo. Será claro mientras viva, pero ya no aprenderá ni ansiará nada.

 (...)

     Extraido del libro, "Las enseñanzas de don Juan". Escrito por Carlos Castaneda.
     El primero de un conjunto de libros muy recomendable.






jueves, 24 de octubre de 2013

páginas en sucio


     La página en blanco. Las líneas todavía sin cubrir de letras, garabatos comprensibles solamente por mí. De un ricón de mi mente surgen unas pocas palabras, que poco a poco van fluyendo... siendo plasmadas en folios, que se suceden.

     Pero no es bastante. Las palabra surgen con dificultad. Hoy tenía en mente la imagen de un monje. Ya la he plasmado. Tal vez es la idea de estar medio loco, medio cuerdo, entre dos mundos. y uno de esos mundos es neurótico. Incluso llevado al extremo.

     No tengo porqué quejarme, siendo alguien que ha pasado por lo psicótico. Es ver las cosas de un modo diferente, para nada satisfactorio. Teniendo siempre hambre, comiendo siempre mal. Y las líneas se suceden.

     Me gusta escribir escuchando música. Sin embargo hoy en día, apenas leo. Creo que echo de menos el sumergirme en una lectura, que me lleve a otro sitio, dónde yo no esté. A cualquier otro sitio. El don de la lectura.

     Sin embargo no me resisto a escribir. Aunque no soy capaz de escribir nada de ficción, tan solamente escribo en el diario. Suelo escribir todos los días. Y repito, ¡siempre, los mismos temas!

     Ojalá supiese escribir ficción. Lo único que escribo es medio autobiográfico, medio locura, medio capricho de neurótico rebotado de la vida.

     Pienso demasiado en el pasado. Sin embargo el futuro está descuidado, y el presente inexistente. Tal vez. No noto la diferencia. Después de tantos cambios de medicación... No sé si la tengo hacia qué lado. El caso es que no me la encuentro.

     No tengo alma. Todo es un repetir las mismas pautas, y no creo poder salir de todo esto. Creo que la pifio siempre. Mi autoestima no está muy allá. No valoro mis logros.

     Sin embargo el que no hablaba, ahora escribe. Y levanta ampollas. La entrada acerca de la family, sentó mal. y yo tenía que escribirlo. Tenía que escribirlo. Sin embargo, la deuda sigue ahí. Una deuda que atañe a toda la familia.

     Mi madre forma parte importante de la ecuación, porque si yo consigo no pedírle dinero, ella, como una hormiguita va juntando el dinero para saldar la deuda. Pero ahí se establecen prioridades. ¿Quién va antes? Eso en lo que concierne a mi madre.

     Pero yo. ¿Cómo puedo hacer para contribuir? Aparte de no pedir más de lo debido. Recortar, recortar, siempre recortar. Cuando lo que tengo que hacer es aumentar mi contribución al total de lo conseguido. He de trabajar.

     Sin embargo, no estan fácil como ponerse a hacer un masaje de pies. Lo cual digo de paso, me cuesta bastante.





diario de un monje neurótico



     Hace años encontré un pequeño libro de L. Simpson. De meditaciones y reflexiones. En el libro el autor comentaba sus experiencias en la vida diaria, era un diario. De un alma llena de pensamientos, extremos, opuestos en ocasiones entre sí. No había alcanzado la paz.

     Dejo aquí un pequeño extracto. 

     Después de todo es una ficción muy lograda. No me creo nada.


     Extracto del capítulo cinco de "Notas al margen"


      No he alcanzado la paz. Me siento timado, como cuando alguien espera de mí, algo, algo que yo no puedo ofrecer. Me siento a medias. No soy capaz de meditar ni tan siquiera diez minutos. Me consume el hambre y la sed. Sin embargo, soy incapaz de buscar respuestas. 

     Mis hambres están sedadas. Ni siquiera estoy seguro de tenerlas.

     Los libros hace tiempo que llegué a la conclusión de que no respondían a ninguna pregunta. Tan solamente alimentan el intelecto. No, los libros no conducen a ningún sitio. Antes yo era un devorador de libros. Aunque no he podido dejar la vertiente de la autoayuda; pero es como tomar una aspirina, quita el dolor momentaneamente y luego sigo igual.

     No he cambiado, pero me he quedado con más sed. Y no tengo dónde saciar mi sed. Ni ganas tengo de saciarla. Me consumo a primera hora del día y última hora de la noche, cuando no hay nada que hacer. Y me encuentro a solas conmigo mismo. Es desolador.

     No puedo decidirme a dormir, no puedo meditar ni diez minutos. Y la cosa no está tan mal. Es tan solo que yo no he cambiado. Quizá sea que no hice los ejercicios con la asiduidad que debía. Pero en realidad, pienso que mi espíritu es frágil, mi voluntad limitada. Y no tengo concentración ni inclinación a la amistad con los demás. Mis relaciones sociales son inexistentes.

     Todo ello hace que sienta que hemos perdido el tiempo.

     Lo siento mucho. No hay nada, sigo siendo el mismo. Un poco más gordo. Un poco más sedado por la medicación. Escribo rutinariamente.

     Debo dinero. Y no sé cómo ganarlo. Nunca me he valido por mí mismo. Ni siquiera cuando no estaba loco. Ahora ni estoy loco ni sano. Estoy en terreno de nadie. Voy por la calle con la mirada baja. Siguiendo a la tortuga de la que hablaba Momo. Sin embargo sé que he dejado pasar una oportunidad muy buena, extraordinaria.

     ¿Eran mis expectativas muy altas? Lo cierto es que acudí al terapeuta con la idea de una revisión cada dos o tres meses. Para ir tirando. Tal vez ni siquiera quiero sanarme. Me faltan fuerzas, decisión. No soy nadie. La nada me ha tragado, y me he convertido en mentira.

     No he despertado a nada nuevo, ni hay ninguna diferencia. Todo sigue igual. 
     (...)

- "Notas al margen"- L. Simpson.

 ¡Vaya chorrada!


viernes, 18 de octubre de 2013

lobezno

      Muy bien, yo tengo que hacer algo porque las cosas que se me ocurren no os las puedo mostrar... en vez de eso, os dejo este pequeño aporte de lobos. Para todos los que forman parte de la manada humana. O lobuna.




    Dos lobos acercaban el hocico, lamiendo a su recién nacido. El pequeño lobezno, que apenas se tenía en pié, caminaba torpemente bajo los lametazos de sus progenitores. 

     Lamer a los bebés les estimula el organismo y las defensas del recién nacido.

    La pareja de lobos adultos limpiaban a su vástago mientras le hacían levantar con sus caricias y atenciones.

     El lobo. Un animal que podía ser un día un animal admirable, no era más que una graciosa bola de pelusa que se movía bajo los pies de su madre.

    Mientras su padre se mantenía distante, tal vez olfateando posibles piezas que llevar al hogar.

     

     Me bajé la saga "Crepúsculo", pensando que era otra cosa. Y me sorprendí al ver que los jóvenes todavía sueñan con ese amor eterno. 

     ¿Quién dijo aquello de que "el amor es eterno, mientras dura"?






la cuchara

     Yo voy  un poco perdido, porque parece que las cosas no van muy bien. No tengo muy claro en qué medida puedo controlar mi vida. Me gustaría retomar  una tabla de ejercicios, que empecé y dejé ya hace algún tiempo. 

     Mientras tanto, voy escribiendo todos los días. Me gusta escribir, aunque no sé si lo que escribo sirve. Dejo este micro relato.


la cuchara


      La mujer comía despacio, poco a poco. En ocasiones la sopa caía sobre el plato, sin llegar a sus labios. ¿Quién recordaba el color de su boca? ¿Quién recordaba sus besos? Dejó caer la cuchara queda, sobre el ajado mantel. 

      Su viejo marido todavía se valía. Se acercó con un beso en la frente. Cariño, tienes que comer. Con tierno cuidado le acercó la cuchara a los labios. 

      Sí él todavía recordaba el color de sus labios. Quién fue ella, quiénes fueron. Todavía se amaban. Ella lo recordó.
 



     Es un micro aporte, espero que, por sencillo, no desmerezca vuestra aprobación. Trataré de escribiros algún otro texto como éste.

Abrazotes.