viernes, 18 de octubre de 2013

El cuento de Gabriel el leñador

      En ocasiones siento cierta vergüenza al mostrar mis escritos. Pienso que son demasiado ingénuos. Debo empezar otra vez a hacer los ejercicios de escritura creativa, que tengo pendientes. Si bien dejo aquí un adelanto para que veáis un pequeño esbozo de lo que sale del teclado cuando nos ponemos a ello. Hacía tiempo que no escribía nada. Espero que os guste y me déis vuestra opinión. Abrazos.


      En un lejano bosque encantado, vivía el pájaro pío-pío. Era un pájaro que todo lo escuchaba. Dentro del bosque tenían su hogar multitud de pájaros pío-pío. Tal vez el bosque estuviese encantado porque esta especie de pájaro vivía en todo el corazón del bosque. Tal vez fuese de otro modo. Pero eso era lo de menos... ni siquiera sé si estaba encantado o no.

     El caso es que corrían todo tipo de comentarios entre los pájaros pío-pío. Comentaban entre sí una y otra vez: «¡...que viene el leñador! ¡...que viene el leñador! Se decían unos a otros. Pensaban que el leñador vendría a cortar los árboles, donde vivían, y se alarmaban y se miraban con susto.

     En efecto, Gabriel el leñador vino al bosque, este bosque encantado, Y intentó escuchar a las pájaros pío-pío. Sin embargo no taló ni un solo arbol... Venía sin su pesada hacha, que había dejado guardada en casa. Y en su lugar traía una red que había tejido su novia.

     Esta red era muy especial, porque estaba tejida con el fino pelo de las mujeres de la población, que recogidos uno a uno, servían para fines mágicos.

     Ya vemos que el bosque, tal vez no fuera encantado, pero el pueblo seguro que era encantador. El caso es que con su red encantada Gabriel el leñador pretendía cazar al pájaro pío-pío, y entregarselo a su amada. Sin embargo, ¡Apenas llegó Gabriel, los pájaros pío-pío enmudecieron!

     Y el leñador al no haber traído el hacha, su herramienta diaria de trabajo, no pudo cazar al pájaro pío-pío. Por mucho que buscó y pese a llevar la red mágica, no pudo cazar al pájaro pío-pío.

     Si bien la magia puede tener su finalidad en los cuentos de hadas, el leñador, debe emplear la herramienta de su oficio. Si no lo hace así, ni la mayor red mágica podrá hallar al pájaro pío-pío. Vemos así que la magia estaba en el hacha dejada en casa, pues la red tejida con cabellos de mujer, no le sirvió.

     Gabriel se despide de vosotros, por el momento. Dentro de poco tiempo, sabré si Gabriel puede volver a aparecer en éste vuestro blog.

      Abrazos.

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