jueves, 20 de noviembre de 2014

parar y esperar



Creo que voy en plan kamikace. Juego en mi contra. ¿Pero qué otra opción hay? La medicación es horrible, me deja la mente en blanco. Estoy que me quedo en el sitio. Me quedaría sentado, y tal vez lo haga. Quedarme sentado, que pasen las horas.

Es una mierda, una puta mierda. Solamente podría contrarrestarlo con dosis masivas de café. Que es lo que he hecho hasta ahora. Pero me estoy cansando de este juego. La vida, todos, todo el mundo tiene algún problema. No soy el único. Pero no quiero más.

Se supone que debo poner de mi parte. ¿Hasta qué punto estoy capacitado para soportar este vacío? Me deja la mente en blanco. Hoy he dormido todo el día. Lo siento, no soy tan fuerte como creía. Siento mi vida capada. Capada químicamente. Y tengo que consentirlo.

Tal vez sea negociable. Tal vez me puedan bajar la medicación. Pero no puedo estar seguro. Dependo de otros. ¿Qué tengo en mi mano que pueda hacer valer? No quiero sentirme como me siento. ¡Qué angustia!

Lo peor es que no sé muy bien cómo describir lo que me pasa, salvo con la sensación de vacío.

        ¿Qué parte de mi vida está en mi mano jugar? Todos los días no van a ser así, se pasará. Pero ya llevo todo el día durmiendo. 

         No es solamente por la medicación, es por la vida, y cómo me afecta. Es mi situación y lo que me gustaría que fuera, que no sé si podría ser.

        Mañana será distinto. Será otro día. Pero...

Para salir adelante hasta el día de hoy solamente han servido las dosis masivas de café. Pero uno se cansa de tomar tanto café. De jugar contra uno mismo. De chutar a gol contra portería propia. Vayamos al descanso, por favor.

No hay descanso. Solamente inconsciencia. Variar la dosis de la medicación puede significar, significa, la diferencia entre ir acelerado o quedarse tirado en la cama. Y yo tengo que estar aquí viendo este vacío en mi interior.

Hasta cuándo se puede vivir con este vacío.

Puedo escribir a máquina y desahogarme, pero no puedo hacer muchas cosas más. Hoy no. Pero sé que se pasará. Tal vez otro día sea distinto. Pero ahora no lo sé. Quince miligramos de ese veneno puede hacerme dormir. Cuando yo no quiero dormir. 

        Y no sé qué parte de mi vida depende de mí, y cuál se la lleva el vacío. ¿Es que no tengo voluntad? ¿Es que la medicación es tan determinante?

Estar vivo denota lucha, cierto nivel de lucha. Pero este sentir, que solamente puedo llenar con comida, café, fritos y cama. No me apetece nada más. ¡Y me va a matar! ¿Quién mata a quién? ¿Hasta dónde llega mi responsabilidad?

Ciertamente con menos dosis, tal vez sucediera que iría muy acelerado. Podría darme de bruces con la vida. Y ser el golpe mucho más fuerte. 

      ¿Pero qué opción hay? Negociar, probar, probar. Y a lo mejor aguantarse a vivir con este vacío. Porque mejor vivir sin sentir los matices, que salirme de la carretera de la vida, por ir muy deprisa.

¿Hasta qué milimétrica medida podríamos negociar la medicación?

         Ahora sé lo que voy a hacer. Me voy a quedar sentado. Voy a dejar que mi mente vague, y que los pensamientos vayan quedando, poco a poco en el lugar que les toca. 

         Hoy no es día de luchar. Es día de ceder, ya no me vale la solución de tomarme dos cafeteras. Necesito quedarme viendo cómo pasa el tiempo. Que mi espíritu se asiente. Necesito sentir que mi corazón se calma. 

            Voy a parar un buen rato, tal vez con suerte, consiga algo de sosiego. Cuando sube, sube. Hay que bajar. No me vale más la cama, la inconsciencia. Necesito estar despierto, aunque sea para estar sentado y no hacer nada. 

          Mirar. Tan solo mirar. Y esperar.









No hay comentarios:

Publicar un comentario