viernes, 2 de mayo de 2014

miedo a lo social

 
       Miedos diarios y cotidianos a través de la Mátrix de la sociedad


Era una barbaridad. No podía dormir, los ruidos de la noche, en la solitaria cama de su piso... parecía no pertenecerle. Si no fuese porque hace ya varios años, pasó por ese periodo de maravillarse ante la complacencia de verse como propietario.

Y ahora tenía miedo. Y el miedo era visible en las últimas horas de la noche. Una vez que se acostaba, miraba, normalmente acostado sobre el lado derecho, ahí en la cama. Veía los muebles ¡Por fin tenía una distribución de los muebles que le gustaba! ¡Será por muebles!

Pero ahora al verlos, sin haberse dormido todavía, se hacía a sí mismo la eterna pregunta. ¿Quién soy yo? ¿Soy de veras merecedor? 

Alguien le había dicho que en vez de la pregunta, eterna, del “quién soy yo”, se formulara la alternativa “para qué estoy aquí”. Sin embargo, aunque esto disminuía un poco la crisis existencial, no la borraba.

Vivir con miedo. Siempre había sentido miedo. Pero pese a todo tenía energía para echar para adelante, tenía sueños, ilusiones. Claro que las palabras... “Sueño” e “ilusión” pueden parecer expresiones un tanto equívocas.

No está tan claro que sean positivas.

¿Podría ser posible vivir sin miedo? No mientras tuviese un ego, y el ego siempre estaría allí. Su función tiene. Aquí.

A veces se abstraía haciendo cualquier cosa. O incluso echándose a dormir, para no hacer frente a sus pesadillas. Empezaba ya ha hacerse mayor. Ya pasó en su día la crisis de los cuarenta. Y la de los cuarenta y uno, y la de los cuarenta y dos, y la...

Ahora la crisis se centraba más en la asimilación de un conjunto de roles y valores. Se resistía a pensar que tuviese que aceptar su lugar. Como si por ley de nacimiento, y otras muchas leyes más, le correspondiese un lugar predefinido en la vida.

Un lugar concreto y definido. Que por razón o sin razón debía ocupar. Es más, la mátrix le indicaba reflejado en la cara y el contexto. Con el lenguaje no verbal y gestos, dónde debía ubicarse.

Y no quería. Esto era muy reciente. 

De un tiempo a esta parte la sociedad le llamaba a cumplir con su deber como ciudadano. Y él se resistía.

Huyó de un sistema que no le producía más que dolor, ansiedad y depresión. No se le escatimó la soledad.

¡Hace tanto tiempo de eso!

Ahora, dejar de ser catatónico para ser ciudadano de primera. Bueno, no estoy muy seguro de si sería de primera o de segunda. Los grandes tiempos pasaron. El caso es que siempre tuvo la ilusión de hacer por no ocupar lugar alguno. Por lo menos de cara a “la gente”.

En un lugar aparte sí tenía, tuvo siempre, un lugar donde refugiarse, aunque resultase ser un agujero. Y ahora que tenía más espacio... el agujero se había hecho más grande... Pero seguía sin salir del agujero. Su propio pozo, su cueva, su caverna y refugio. Un lugar en el que guarecerse. “Para que no le lloviese encima, estar a cubierto”.

Sí, Miraba al lado de la cama. En la habitación vacía, en la casa vacía, en un edificio en buenas condiciones aunque ya contaba con historia... donde los vecinos no hablaban. Hola. Donde él no hablaba. Nadie hablaba con él ni él con nadie.

Miraba sin apagar la luz, y sentía el miedo teñido de esa pregunta, ¿Soy merecedor? ¿Dejar mis limitaciones y hacerme valer? El cuerpo me pide distanciarme, ¡Huir! y la razón me hace pensar que tiene que haber algo más que esta mátrix, este día de la marmota dirían algunos. Una razón, o un sentido que nos hiciera hacer saber que no es inútil cada cosa que hacemos.

Finalmente apaga la luz, y espera paciente a que llegue el sueño. Da varias vueltas en la cama, mientras llega el olvido.


- ¿Dónde quedaron esos tiempos? Parece que me ha venido la vena nostálgica. Vaya esos ojos negros niña...






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