sábado, 29 de agosto de 2015

ira y fuego

Sábado 29-08-2015
21:50 Horas.

Siento enfado. Creo que toda la vida me he sentido enfadado. Y en el tema de sexo mi enfado ha hecho estragos. De hecho nunca he tenido pareja. Algo anda muy mal.

Hoy he pensado algo que no sé si es nuevo. En todo caso no recuerdo haberlo razonado nunca así.

Esto es que el sexo, la manifestación de la sexualidad, está ahí. La sexualidad es la energía que se nos ha dado. Es con esa energía que vivimos. No hay otra, tal vez sería más fácil si, las cosas se pudiesen mantener separadas, pero la energía es esa.

Bueno, lo que he pensado es que de lo que se trata es que no es por la sexualidad. Que la sexualidad es tal vez el modo más llamativo en que afecta la mala leche, el enfado. Pero de hecho un “enfado” (Ira y fuego), no se limita a la sexualidad en sí.

Más bien se refiere a la existencia en sí.

La vida, la existencia. El trabajo, el amor, el placer, el dolor. Todo lo maravilloso y lo pavoroso de estar vivo. No se trata tanto de elegir qué hacer con la sexualidad. El enfado va más allá, que si bien obviamente, el núcleo afecta a la alegría de vivir, está en todo a mi alrededor. No es el sexo, es la vida, y vivir en el único mundo que tenermos. El mundo de los hombres, del ser humano.

Ira y fuego.

Me gustaría dejar aparcado esta ira y este fuego, que no arden sino que queman. Queman mis huesos y no arde llama. Siento la ceniza cómo se mezcla con mi sangre, y no hay luz que alumbre esta sombra.

La vida, tal vez, y puede que se quede en ese pequeño tal vez. La vida se limita a una elección. Vivir con ira, con enfado. O vivir con gratitud.

Me gustaría situar el enfado en algún lugar del mundo intermedio. Sin tocarlo, en cuarentena, para que se fuese sanando. Pero lleva conmigo toda la vida. No tengo claro que se puede marchar por sí sólo. Tal vez deba decidir.

Seguir o no seguir.

Y ciertamente, si por mí fuera, no seguiría. Pero la vida va a continuar y no puedo saltar de un tren en marcha. No debería, todavía hay vida que vivir. Pero no quiero grandes cosas. Una existencia tranquila. Pero ¡Con este enfado! Yo no he elegido. Viví inconsciente. ¡Eso es todo! No he ejercido ni un ápice de conciencia que dirigiese hacia una vocación o con una intención de llegar a ningún sitio. Desde mi propio esfuerzo.

Y si alguna vez tuve ese pensamiento, fue borrado por la enfermedad. Así, que no tengo mucho a dónde agarrarme. Una vida normal. Quisiera. Una vida tranquila.

No quiero más quer eso. Nunca tuve vocación. Sí muchas fantasías, de niño. Pero nada sólido. Y esas fantasías tan solo han hecho que arder en el fuego del olvido. Me llevaron al mundo de las tinieblas, al horror.

Tal vez no puedo guardar la cuarentena, que todavía, otra vez, deba decidir.

Agradecimiento o tinieblas.






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