viernes, 27 de septiembre de 2013

¿quién soy?

      Hay algo. Algo escondido. Miro a mi alrededor. La joven está sentada, presa. Yo estoy sentado. Soy yo el que está preso. No puedo escapar, de mí mismo, de mi pereza.

      Tengo un problema. No quiero trabajar. No quiero ser atado al tripalium, ni ser un siervo.

      La vida me ha puesto en un trabajo en el que continuamente, pongo la mano para pedir dinero. Mientras, los que me lo dan, comentan lo caro que es cada cosa.

      Y a mí me da miedo que sepan que en realidad no quiero trabajar.

      Podía haber hecho la vida de un discapacitado, tal vez todavía la haga... sin embargo, ahora estoy en punto muerto.

      Nada parece servir, todo lo que intento me sale mal. Lo dejo, siempre lo dejo. Empiezo cursos que cuestan un dinero, y los dejo. Cualquier iniciativa que pueda tener se convierte en algo pasajero, sin compromiso con lo que había pensado al proponérmelo.

      Me fallo continuamente. No puedo compararme con nadie. No hay nadie que conozca, que le pase lo mismo que yo... es que mi círculo es muy reducido. Por lo que sé, le podría pasar a cualquiera.

      A veces, me tomo la medicación para dormir, o no, y me quedo sentado asustado. Con un miedo existencial. Cuando no me he tomado la medicación ...me la tomo al despertar, y sigo durmiendo unas horas. Tratando de reponer fuerzas para la tarde. Y el trabajo.

      La pregunta que me hago constantemente es: ¿Quién soy?.

     He visto disolverse la realidad con mis propios ojos. Ver curvarse el espacio, y cruzarme con gente que parecía no verme. Ser invisible.

      Ellos no estaban dormidos, soy yo el que está dormido en mi mundo. Ellos van a lo suyo, en el mundo de lo real. Yo solamente aparento estar. Pero no estoy.

      En el trabajo aparento. Temo que se den cuenta de que no me gusta trabajar. Mi madre me llamaría gandul. Ya no sería su preferido, no sería especial. Especial, es una palabra muy rara. Entre una madre y un hijo.

      Mientras, tengo el convencimiento de que no puedo tener pareja. Y aunque la medicación y la meditación dinámica se encargan de mis necesidades sexuales, que quedan postergadas... evidentemente, estoy ante la evidencia de que preciso tener pareja.

     Pero no cumplo los requisitos que yo mismo me impongo para considerarme válido. Uno de ellos es trabajar. Y precisamente. Puedo llegar a ser muy esforzado. Nadie quiere trabajar. Sin embargo, en mi fantasía de niño, yo deseaba trabajar. Ser como los demás.

      No puedo dejar en la estacada los sueños que tuve de niño, de vivir una vida normal.

      Algo falta. No siento el impulso de relacionarme, de profundizar en las relaciones. De tener amistad, de salir, de tener pareja. Me falta el instinto. He perdido la facultad de oler, hace ya muchos años. Y ahora, carezco de sentido de lo social. Para moverme en grupo, recordando quién soy.

     ¿Quién soy? Esa es la pregunta clave. La que me hago más a menudo. ¿Quién soy? Y a veces lo que me respondo es, «El que se esconde».

      Vivo con miedo. A ser visto, tal vez por eso soy invisible cuando camino presuroso por la calle.
Tengo miedo al contacto. Emocional, físico. Cuando veo a una pareja tocarse, abrazarse o hacerse caricias, me parece ...que no es eso lo normal. Mi normalidad solamente sabe de separación.

     Nací sietemesino. Un día antes que yo, nació el hijo de un amigo de mi padre. El recién nacido me pasaba un día de edad, habiendo nacido yo antes de tiempo. Él es autista. Nunca lo pensé pero tal vez, tal vez sea que nacimos bajo la misma influencia de la luna.

     La luna. Un símbolo femenino. También existe la palabra lunático. Y existe la noche. Cuando las responsabilidades desaparecen y queda, el perder el tiempo. Si bien lo puedo invertir en cosas improductivas, como escribir este texto.

      Necesito un cambio y no sé cómo darlo. No puedo romper con mis lazos, económicos sobre todo. Los lazos sociales, no estoy muy seguro de poderlos asumir. Sin embargo, cuando me dicen lo que tengo que hacer raramente me niego. No puedo decir que no. Porque tal vez entonces no sea el chico perfecto que quería mamá.

      Que a los cuarenta y dos años, una cifra múltiplo de siete (muy reveladora), me entere que llevo el nombre de un hombre que murió hace algún tiempo... que le gustaba a mi madre, bendita inocencia, cuando era una casi mujer. Antes de arreglarse con mi padre.

      Tal vez por eso no me llamo Gabriel. Se queda cojo el tercer arcángel en la familia.

     Por otro lado hubo una gran lucha enla familia. ¿Tal vez no la hay en toda familia? Ésto era entre el bien y el mal. Las discusiones eran frecuentes, por dinero.

      Y para colmo, la profecía, mi abuela paterna tendría dos hijos. Decía que uno sería muy bueno, y el otro muy malo.

      La respuesta es que «El que no la hace a la entrada, la hace a la salida».

     Aunque eso solamente lo he sabido con los años.

      Yo mientras, la estoy haciendo a mis cuarenta y dos años. Sin poderlo evitar. Pero sabiendo que el proceso por el que paso, es por donde han pasado otras personas. Pero no sé a dónde voy. Tal vez no importe. Tan solo importe, lo que hago. 

     O eso solamente sea parte de mi disfraz.

     Tal vez el oscuro pasajero sea más real que la máscara que lo oculta y esconde.






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