sábado, 18 de octubre de 2014

la mujer de rojo chillón

Sábado 18-10-2014
16:13 Horas.

TALLER DE TEXTOS

Propuesta 2: Frases
Escribir un texto a partir de las siguientes frases inconclusas:


La esperaba a las tres y ya pasan treinta minutos de la hora. Normalmente yo voy a los sitios con un margen de cinco minutos, arriba o abajo, ¡Y trato de no hacer esperar! ¿Por qué los demás no hacen lo mismo conmigo? Espero que esto entre dentro de lo normal ¡Y que no haya pasado ninguna tragedia!

Por mi mente se sucedían imágenes de posibles accidentes que pudiesen ocurrir. Me senté y miré hacia abajo. Mi respiración se fue haciendo tensa. Pronto los pensamientos de una posible desgracia lo cubrían todo. Las baldosas de la parada del bus urbano estaban manchadas de algo, un algo que no se podía ir de allí, a menos que el paso del tiempo lo borrase.

Me invadió una enorme e injustificada tristeza.

¿Cuándo fue la última vez que vi a Gertrud ? Ya ni lo recordaba. Pero con la cabeza hundida entre los hombros, me sumí en una espiral de sentimientos encontrados. Casi esperaba con anhelo que le hubiese pasado algo. ¡Por lo menos así sabría que mis temores eran fundados! 

Y por allí no aparecía nadie.



Mi vista pronto se quedó fija en el trozo de baldosa que, rota, todavía esperaba   que la sustituyeran los encargados de mantenimiento municipales. No había presupuesto. Todo parecía indicar que los precios subirían, los sueldos bajarían, y nadie tendría nada que hacer hasta que todo fuese un desastre.

Es más tarde ahora que ayer para empezar a arreglar las cosas. No había vuelta atrás. Parecía que un diluvio universal cayese sobre mis hombros. Creo que me tengo que tomar una pastilla, el antidepresivo. Joder. ¿Me lo he tomado esta mañana?

Espero que sí.

No tengo que quejarme. No tengo que quejarme. Yo he elegido esta situación. Yo soy el único responsable de mis decisiones.

Una mano de hierro le apretó la nuca, hasta hacerle perder el aliento. ¡ DOLÍA ! Casi me muero del susto, ¡Hasta que vi la inconfundible falda de chillón rojo sangre, que solía llevar ella. El apretón disminuyó.

Era Gertrud. Y como siempre sostenía una sonrisa tan desafiante como fuertes eran sus dedos sobre mi nuca.

Después de un momento soltó la presión y una sonrisa de complacencia acudió a su tez, muy blanca bajo su pelo negro que le caía casi tapándole los ojos.

- Ya veo que continúas con tus viejos hábitos, ¡Eh! ¡Viejo verde! Así podría haberte roto el cuello y ni lo hubieses notado.

De noche sale el sol si la dicha es buena. Realmente estaba bellísima.  Parecía que el día se había vestido de los colores más alegres de la primavera. Aunque venía con su chaqueta torera a juego con su falda, rojo chillón, no había nada en ella que sobrase.

Todo lo que veo en esta mujer me deslumbra. Ya no había de qué preocuparse. Ella estaba allí. ESTABA. Y no le había pasado nada de lo que pude  imaginar. ¿Cómo puede un cielo iluminarse tan deprisa? ¡Con solamente la sonrisa de una bella muchacha!

Hablamos animadamente. Ella siempre con sus historias. ¡Mujeres!

- Tengo una entrevista con el tiempo en el lugar que más te gusta de mi fisonomía. (Gastó una broma, ¡Qué cachonda!)

- Necesito verte, tenemos que hablar. ¡ HAS TARDADO !

- ¡Hey! ¡Quieto parado! ¡Que yo no soy de nadie! A mí, ni el alcalde tiene potestad para decidir a qué hora llego. Además, el tráfico estaba fatal en el centro, ¡Y había unas tontas reparaciones! Al final he llegado ¡Porque he llegado! Te tendrás que conformar con eso. ¡Pringado!


Mañana eran las elecciones. Pero no sabía a quién votaría. Realmente no sabía SI votaría. Tampoco sabía qué hacer con mi vida. Todo dependía de Gertrud. Pero ella parecía que tenía prisa. Ya se iba, cuando no acababa de llegar. Ella era así. Nunca la entendería.

El hombre ideal nació ya, pero murió hace ya generaciones, dijo Gertrud. ¿Por qué no animas esa cara? Mira el cielo, azul, ese azul que tanto te gusta. Escucha el rugir de los coches, tratando de avanzar mientras circulan dando vueltas, ¡Ay!  Interminablemente.

Y recuerda que tú me llamaste, pero no estoy dispuesta a darte más de diez minutos. Así que ya puedes estar largando por esa boquita de pecho lobo. Que aquí nadie se va sin que me pases esos papeles que yacen entre tus manos, estrechados de tanto agarrarte a ellos. ¡Y no me mires con esa cara de demente!





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